EL SENTIDO COMÚN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Cómo recuperar las virtudes humanas en la era de la tecnología inteligente
por Horacio Krell*

Voltaire decía que ?el sentido común es el menos común de los sentidos?. Y tenía razón: lo que parece lógico para unos, puede ser absurdo para otros. El sentido común no es un conocimiento universal, sino una síntesis de experiencias, emociones y aprendizajes que el cerebro humano acumula para adaptarse y sobrevivir. Sin embargo, ese don natural ?fruto de miles de años de evolución? hoy enfrenta un nuevo desafío: la inteligencia artificial (IA).
El sentido común humano: entre la intuición y la razón
El sentido común es el modo en que nuestro cerebro interpreta la realidad sin necesidad de razonamientos complejos. Surge de la observación, la memoria, la empatía y la experiencia corporal.
Cuando sentimos un nudo en la garganta o el corazón acelerado, nuestro cuerpo nos está dando información que complementa el juicio racional. Esa capacidad de escuchar el cuerpo ?a través de la interocepción y la propiocepción? es parte esencial del sentido común.
Descartes decía que todos estamos dotados de buen juicio, pero que la clave está en usarlo bien. En cambio, Voltaire ironizaba diciendo que es el menos común de los sentidos. Entre ambos extremos se mueve la humanidad actual: poseemos conocimiento, pero lo aplicamos poco. Sabemos que deberíamos cuidar la salud, respirar mejor o usar la tecnología con propósito, pero muchas veces hacemos lo contrario.
Cuando las máquinas aprenden el sentido común
La IA intenta replicar esa habilidad humana, pero no puede sentir ni comprender el contexto emocional o moral detrás de cada decisión.
Un sistema de IA puede reconocer una taza de café, pero no entiende su historia cultural ni sabe que también sirve para tomar té o como pisapapeles en un día ventoso.
Esa riqueza de interpretaciones surge de la sabiduría tácita del ser humano: aprender del error, del contacto físico, del lenguaje y de la emoción.
Por eso, los científicos intentan crear un ?sentido común artificial? mediante axiomas básicos, como:
? ?Las cosas duras pueden dañar las blandas.?
? ?La carne es más blanda que el metal.?
? ?Poseer algo implica poseer sus partes.?
Combinando esas reglas, una máquina puede deducir que si un auto golpea a alguien, hay un responsable. Pero aún está lejos de entender el porqué moral o emocional de esa responsabilidad.
La sinergia entre el hombre y la máquina
El desafío no es que la IA reemplace al sentido común humano, sino que ambos se potencien. La inteligencia humana aporta intuición, empatía, propósito y ética; la artificial, precisión, velocidad y capacidad de cálculo.
Como la respiración que puede ser automática o consciente, la IA debe ser una extensión del pensamiento humano, no un sustituto.
Así como la lectura transformó el cerebro y permitió la educación masiva, la IA puede transformar el pensamiento colectivo. Pero solo si la usamos con sentido y propósito, para mejorar la vida, la salud y el conocimiento.
La medicina prolongó los años de vida; la IA puede ampliar la calidad de esos años. El problema no es la tecnología, sino el vacío de sentido con que a veces se la aplica.
Volver a lo humano
El ser humano, en su carrera tecnológica, ha ido perdiendo virtudes que lo hacían excepcional: la capacidad de observar, escuchar, empatizar y reflexionar. Nos tecnificamos antes que humanizarnos.
El cuerpo ?a través de sus gestos, posturas y respiración? sigue siendo nuestro primer lenguaje. Quien no sabe leerlo, tampoco sabe escuchar su propia mente.
Reaprender a usar el cuerpo, las emociones y el pensamiento con atención plena es el primer paso para recuperar el sentido común perdido.
Conclusión: el nuevo alfabetismo
Así como en el pasado quien no sabía leer quedaba fuera del progreso, hoy quien no entienda la IA quedará excluido del futuro.
Pero dominar la IA no es programarla, sino comprenderla, guiarla y darle propósito humano.
El sentido común ?ese ?Sancho Panza? interior que nos mantiene con los pies en la tierra? debe guiar a la inteligencia artificial como un Quijote moderno, idealista pero sensato.
La IA llegó para quedarse, y el sentido común humano debe evolucionar con ella. Solo así lograremos una inteligencia sinérgica, capaz de unir razón, emoción y tecnología al servicio del bienestar y de la vida.